Prefacio de una Muerte

“El sufrimiento es permanente, aislado, oscuro y posee la naturaleza de lo infinito”
Oscar Wilde.

Las ratas disipaban las migajas de atún. El espacio era marrón, con detalles rojizos y anaranjados. El olor era fétido y rancio. Había friego sazonado con ácidos gástricos en las paredes.
Por la ventana se filtraba una tenue luz. Para él, no figuraba el amanecer, sino tornar a lo infinito, al dolor eterno. Significaba volver al recuerdo de por qué estaba ahí, a retocar por horas el mismo escenario sin tropezar con respuestas notables.
Miraba por la hendija de la una ventana, únicamente para darse cuenta que, estaba donde mismo, si acaso para ver a los vecinos haciendo su vida normal. Tal ves con problemas, pero no le importaban, no eran de él.
La idea era seguir muriendo en la penumbra de su resguardo, en la fortaleza que no servia para defenderse de la tremenda soledad, de su dolor. Si, esa era la idea. No pretendía más ojear los periodismos y enterarse de lo acontecido en el mundo. Solo despedía las jornadas habituales, esperando el minuto más comprimido, para liquidar su vida mezquina. Se había convertido, por ironía de la vida, en aquello que nadie recuerda, aquello que permanece siempre en la basura. Se convirtió en un ser deplorable y egoísta que no dejaba de rumiar su propio dolor. Ese dolor que lo hacia agonizar lentamente como la rata que muere con el queso en el hocico, sin haberse preocupado en como volver salva a su madriguera. Así moría, lento, sin pensar en volver, solo viajando. Sin darse cuenta que la existencia de las cucarachas, es gracias a su magnifica adaptación ante el mundo. Y que, aunque sigamos pisándolas, seguirán existiendo para recordarnos lo repulsiva que puede ser la reproducción.
En un súbito movimiento su mirada extraviada se detuvo en el calendario. Era el 2 de abril. Mismo día en que su madre había completado un periodo. La unión de aquel eslabón que acopló ambas cadenas y construyo una sola. Ese mismo día, hace 27 años. Su madre había sido tan feliz de haber parido una bestia semejante a un conejo desollado, pero que la veía como la creación más perfecta del mundo.

El momento no daba para más, las cortinas se impregnaron de olvido. El juicio pronto se alejo entre una lluvia de alucinaciones. El momento era el adecuado, no evitaba sentirse pesado, así como con eslabones de veinte kilos en cada brazo y pierna. Después un abrir y cerrar de ojos somnolientos, y una estela plateada. Cayó explotando igual que una granada, esparciendo en el suelo semillas rojas. Durmió por casi todo un día. Las moscas entraban y salían de su boca, igual que las personas entran y salen de la tortillería a las 12 del día.
En su interior, una milicia de gusanos pretendía darse un banquete de tripas rellenas con migajas de soledad y rebanadas de sufrimiento. ¡Vaya banquete!
Eran las doce del día, despertó con un desierto en su boca y un desfile de hormigas en busca de vino tinto. Levanto su cuerpo esquelético, alzó sus manos y se estiro igual que un resorte. Después de un chasquido, volvió a su complexión normal. Se tocó la cabeza. Busco agua en la mesa, pero no encontró nada. Volvió al refrigerador y bebió de un sorbo, un caldo viejo, imposible de determinar sus ingredientes, debido a que tenía cúmulos de grasa anaranjada. Se limpio la boca y las llagas le ardieron como una quemada. Aun tenía sed. Volvió su cara al lavado. Dentro, había un líquido extraño, con una capa de granitos azules rodeada de polvo blanco. Unas bolas de grasa habían resbalado de algún plato sucio. Abrió la llave pero no salio agua. Aun tenía sed…
Una ves engañado el deseo de beber agua, se tiró al sofá y tomo su pipa. Metió la mano en su bolsillo y saco un bolsita de hierba. Luego de aspirarla sacudió la cabeza. Se recostó. Miro el techo y vio un par de cucarachas deslizándose rápidamente. Al sentir que se alejaba de los recuerdos, procuro sustituirlos, pero no resulto como quería. Su estado mental no era el adecuado para notar diferencia entre lo innegable y lo imaginario. Su mente maximizó, los tamaños, el espacio, agudizo su oído, dañó sus movimientos. Ahora todo estaba dotado de hermosura, el momento era perfecto, no podría sentir dolor. Su mundo se había convertido, en un mundo irracional, en un montón de criaturas, dispuestas a sumergirte bajo tierra si se los permitieras. Pensó en caminar hacia ellas arrojando sangre de sus manos, con el fin de atraerlas. Sus provocaciones fueron contestadas. Se arrojaron contra él y lo que miraba pronto fue nada. -Mi mundo raro dijo- Entonces llego la falla del ser con la tierra, de la madre con su hijo, del mundo real con el individual. Y se desvaneció su mundo creyendo que todo era un sueño hecho realidad.

1 comentario:

Anónimo dijo...

HEY TU....HOLA, STAS BIEN?

SE LE QUIERE HABER SIEL DESTINO NOS HACE COINCIDIR, ABRAZOS PARA USTED.

MARCE