Marilyn Monroe

En Hollywood te pueden pagar 1.000 dólares por un beso, pero sólo 50 centavos por tu alma.

El Mundo se va Acabar

¡¡El mundo se va acabar!!
Oí mientras sacaba una coca del refrigerador en la tienda del Rulo.
Me pareció que habíamos dejado un trance pero...

...Todavía hay quienes se siguen azotando
Escuchando rolas de timbiriche.

Una señora alarmada decía que nos íbamos a morir congelados
Dentro de unos millones de años.

Solo reímos y hundimos la cabeza
Entre los hombros...

La ignorancia nos cobra caro

Somos producto de consorcios
fingidos...

...somos tradicionales

Estamos acostumbrados
A creer en la mentira
Y a desconfiar en la verdad

Creer que las películas piratas
Algún día van a verse bien.

Hay Martillos que Desgarran el Silencio

Tu carne blanda
Es el festín cuando sueño.

Es inevitable agredirte, tal vez por haberte gozado
Me aferro a tragarte con los ojos.

Exiliado, lejos de tu cuerpo, pretendo alcanzar a Nirvana
En el sopor de la noche.

Los ríos anémicos se van secando,
En esta cárcel no hay derecho a fianza.

El vacío somnoliento
Me desgaja el pecho, exhalaciones de plomo
Solidó y desgarrador, hacen que tragué soledad.

¡¡Hay martillos que desgarran al silencio!!

Ya no hay puntos buenos, ni malos,
Esto es un karma, una liberación de sentidos.

Persecusion de una Fobia en tiempo de Sueño

Al llegar de la calle me acosté en el sillón de la sala para ver televisión. Había tomado una dosis considerable de alcohol así que tenia todo el derecho de sentirme cansado.
– ¡Rayos!
Faltaban cinco para las tres, me abrigo un impetuoso deseo se salir a caminar, como si alguien me hablara desde afuera solicitando mi presencia. Tome la chamarra y prendí un cigarrillo. Hacia frió, procure esconder la cabeza entre los hombros. Me instale a un lado del carro del vecino para hacer pipi, cuando me atrapó un escalofrió. Me sacudí tratando de ahuyentar el fresco y continué transitando la noche. Atrás de mí, dos sujetos se anexan al patrullaje nocturno, supuse que eran de por ahí. Parecían llevar diligencia y pronto se disipo cualquier visibilidad.
Prendí otro cigarrillo y brotó de mí una densa nube de humo, así como brota de las chimeneas en pleno invierno. Recordé a Mamá fustigando para que fuera a revisarme los dolores de pecho que me daban al despertar en las mañanas. Luego me acorde del tío Isidro, el pobre esta muy acabado de tanto fumar y tomar. Tiene algunos dientes amarillos y otros renegridos. Mis recuerdos evocaron de nuevo a Mamá tratando de asustarme, como cuando era niño, asociándome a alguien jodido para advertirme que si no le hacia caso, iba a terminar como él. Reflexione un poco, pero nada importante como para hacer a un lado el cigarro. Después de arrogar dos o tres flemas pegajosas, me senté en una baquita del parque donde estaba y prendí otro cigarro. Tenia la boca seca y procure satisfacer mi necesidad. Me dirigí a la tienda, de esas que abren toda la noche. Estaba a dos o tres cuadras de distancia, así que no era gran cosa. Me dispuse y camine a paso lento, disfrutando hasta cierto punto, esa sensación extraña que te recorre en el cuerpo y hace que te cubras del frío. De pronto empecé a sentir una angustia, una comezón insanable. Después escuche un alboroto cercas de mi estancia. Al caminar por enfrente de esa casa, me congele, sentí de nuevo la comezón y el frió hasta los huesos. No tuve reacción alguna, el miedo se apodero de mis remos. Sus soplidos me aterrorizaban más que ninguna otra cosa, su imagen era horrenda, hacia que deseara cerrar los ojos y no abrirlos jamás, pero no puede. Perdí la razón. Era enorme, su cabeza era del tamaño de un elefante, sus dietes parecían enormes colmillos de marfil. De sus patas salían cuchillas, des sus ojos llamas y carbón. El hocico estaba lleno de lava. Se lanzo contra mí, pero la cadena y el grandísimo barandal le impidieron devorarme. ¡Que susto! Como aquella vez. La turbación me daba un abrazo familiar. Cuando vio que no me movía, detuvo sus gruñidos, luego se tiro al piso, apoyando la cabeza en las patas delanteras y me miró profundo. Al igual lo miré, y fue un instante, antes de poder moverme otra vez, que sentí del perro la condolencia más grande que jamás he sentido. Dicen de estas bestias muchas cosas, que pueden oler el miedo y las cosas sobrenaturales. Supongo lo obvio, olfateo en mí algo terriblemente podrido, acumulado desde hace varios años. Volví la cabeza y me aparte del lugar mientras el perro hacia ruidos sosegándose asimismo. Se contuvo la parálisis y pude mover con gran esfuerzo las piernas. Unos metros adelante me senté en la banqueta, porque me temblaban las manos y los pies. ¡Demonios! ¡Cuanto miedo sentí! Es como un deseo de golpear aquello que me aterra, pero la impotencia me detiene al instante, me paraliza.

***

Cuando niño, mi hogar era un pueblecito muy pintoresco, llamado Huajumar. Estaba cercas de la cascada de Basaseachi, ahí estaba mi familia entonces. Mi Padre nos mantenía únicamente cosechando el campo. Era una vida sencilla, cotidiana, multicolor, lleno de verdes. Una tarde del Domingo, muy hermosa se transformo en el recuerdo más horrible de mi infancia. Recuerdo no muy afanoso lo confieso, esa tarde. No era época de siembra pero alcazaba a divisar los campos dibujados con surcos de la última siembra. Los tastcates pintados de un verde pardo, oscuro. El suelo cubierto de plantas de anís, con pequeñas florecidas amarillas de un olor fresco y limpio. Como cada domingo seguro era el baño. Eso significaba que si me bañaba seguro me darían una fortuna de dos mil pesos para gastar. En aquel entonces, me alcanzaba para comprar varios dulces. Me encontraba impaciente, era necesario ir a la tienda de antes de que cerraran. Pero mi hermano no estaba, se había ido con unos amigos a montar en caballo. Mi hermana estaba ocupada, ayudando a Mamá con las tortillas. Mi Padre, rajando leña para el calentón y mi madre, atareada en la cocina preparando el café y la cena, de papá. Así cuando llegara fatigoso mamá podría curar su cansancio con una flamante cena y café caliente. No había nadie dispuesto a llevarme a la tienda.

– Mamá, Mamá, déjame ir a la tienda, ya estoy grande para ir solito.
– No, espera a que se desocupe tu hermana.
– Mamá, Mamá...

Insistí tanto. Pero no logre convencerla y me fui temerario como el héroe que se dispone a la aventura. Ya podía saborear los dulces en mi boca antes de llegar. Pero, ¡ah! ¡Sorpresa! la tienda estaba cerrada, extraña fortuna la que me hizo ir en busca de lo prometido. Sin más reparo me encamine de vuelta y seguí caminando, pero me detuve un segundo y di marcha atrás. Había recordado la tienda de paquita. Pero el portón de vigas estaba cerrado. Y como una voz cercas de mi costado escuche, una conversación del pasado. Una vez que veníamos de misa, llagamos a la tienda de paquita, y le dijo a Mamá que cuando viera el portón cerrado lo abriera y le tocara la puerta para poder oírla y despacharla. Entonces intente abrir el portón pero estaba muy pesado. Pase por debajo de la viga cuidándome de no rasgarme la piel con un hierro mal clavado. Delante de mí estaba la tienda a unos cuantos metros. Caminé. Me palpitaba el corazón fuerte, sabía que toda mi desilusión se curaría en unos instantes. Cuando le llamé a paquita, mis gritos despertaron a las fieras que cuidaban el lugar. Olvide todo. Di la vuelta y corrí como si alguien de mi familia estuviera en peligro y solo yo podría ayudarle. Al llegar al portón me tire al piso y divise una jauría. Venían por mí. Mi surte no estaba conmigo esa vez. Me atore con el clavo salido y no podía sacarme, del embrollo. Sentí que las fauces de la fiera me habían atravesado, pero ya no estaba a su alcance. Me había safado del clavo rasgando el pantalón. Pero aun así no deje de sentir como el frío corría por las piernas. Quería pegarles del coraje, pero era mucho riesgo. Tuve mucho miedo. Me eche a correr, y no me iba a devolver por el, dinero que se me había caído ¡Por supuesto que no! Me fui a casa, con las piernas temblorosas y los ojos llorosos. Cuando llegue, mi Madre se sorprendió al verme. Traía el pantalón rasgado y sucio. Pregunto que me había pasado. No podía hablar, solo se me rodaban lágrimas por las mejillas. Me volvió a preguntar, pero no podía responder, y se empezó angustiar. Entonces le hice señas con los dedos, como cuando simulas que el dedo índice y el medio, son dos piernas corriendo o bailando. Mamá no entendía nada. Yo quería decir lo sucedido, pero no podía hablar, le volví hacer señas con los dedos, pero seguía ignorando la correteada, luego me abrazo y moje de nuevo su brazo con emociones involuntarias.
– ¡Me corretearon los perros!
Dije, casi ladrando.

***

Encendí otro cigarrillo para calmar los nervios. El sudor corría libre por mi pecho y se hacia helado. Me paré y fui a la tienda. Ahora traía la boca mas seca que antes. Al llegar, pedí una botella con agua. La bebí tan deprisa que no me di cuenta. De regreso, pensé en rodear no iba a pasar de nuevo por donde mismo. Pero otra vez una voz en mi costado me dijo regresa por donde viniste, y entendí que para volver a salvo de cualquier lugar es mejor regresar por donde se vino. Del algún modo tenia que enfrentar el pasado. Caminé lento, y por fin estaba de frente al golondrino, mirándonos otra ves. Espere que pasara lo extraordinario, que fuera solo algo imaginativo. Pero esa noche después de mirarnos, algo paso y no se que fue. La bestia me atravesó con la mirada, y ladro tan fuerte. Su ladrido retumbo dentro de mí y luego sentí el cuerpo tibio y se fue enfriando rápidamente. Mis ojos se tornaron somnolientos, y fui perdiendo la fuerza de las piernas, caí en el barandal de un golpe. Un forcejeo me sacudió, y después oí ecos que se alejaban. Ya en el suelo, mi cuerpo parecía el de un boxeador noqueado, con la cabeza ladeada, el pecho contra piso, mis piernas ligeramente separadas. Luego sentí expiraciones calidas y roncas en mi cara, mis cachetes húmedos, pero calidos. Y una sensación indescriptible. Algo dentro de mí se había quebrado y sentí un dolor fuerte en la espalda. Tenía la cintura tan dolida.

***

Cuando desperté, se oían voces anunciando aparatos de ejercicio. Quite las llaves debajo de mi cintura y... por fin desperté.